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/ pp 111-123 / Año 11 Nº21 / DICIEMBRE 2024 – JUNIO 2025 / ISSN 2408-4573 / SECCIÓN GENERAL
Introducción
En este artículo, interesa comprender las peculiaridades que asumió el proceso de formación docente en Argentina en
el momento de creación de las escuelas normales. Específicamente, nos preguntamos sobre las negociaciones y tretas
que desplegaron los integrantes de los grupos masónicos dentro de las esferas de la sociabilidad política y educativa
analizando las variables que determinaron cuándo, dónde y cómo abrir una escuela normal provincial en Santa Fe.
Desde esta perspectiva, nos concierne hacer una historia de la educación atenta a la extensión relativamente autónoma
de las provincias sin desconocer el horizonte de luchas ante la defensa de intereses específicos. El corpus documental
que permite desarrollar la presente investigación fue recuperado del Museo Regional y Archivo Histórico “Cayetano
Silva” de la localidad de Venado Tuerto. También hemos realizado entrevistas a integrantes de la Logia local que no
quisieron revelar su identidad.
Para poder desandar las transacciones que dieron origen a las escuelas normales en general, y escuelas normales de
gestión provincial en particular, es condición indispensable introducirnos a las coyunturas que envolvieron la creación
del estado educador (Alliud, 2007) en la Argentina.
Para la segunda mitad del siglo XIX, el país ya había alcanzado cierto grado de conformación nacional. Atrás habían
quedado los turbulentos tiempos de las guerras civiles y resistencias producidas en el interior del país, dándole paso a
la federalización de Buenos Aires, a la supresión definitiva de las Bases Nacionales (base de poder militar provincial), a
la organización de los territorios nacionales, la creación de procedimientos en lo civil y la ley de unificación monetaria,
entre otras. Por añadidura, para lograr la unión de la nación y el dominio estatal, se requirió de la instauración y
expansión de un discurso basado en particularidades ideológicas (clase, religión, raza, idioma, entre otros) que
condensó en un universal de ciudadano argentino que legitimaba las políticas operadas por las élites liberales. En
concreto, replicando las palabras de Andrea Alliud (2007): “el logro de la homogeneidad cultural y social se convirtió,
así, en el objetivo prioritario del sistema educativo moderno. La formación de ciudadanos homogéneos, del hombre
“tipo”, era una tarea inscripta en la meta integradora, más amplia” (p.51).
Ahora bien, para lograr los objetivos perseguidos en el plano de lo ideológico, fue necesario articular un sistema nacional
de enseñanza que responda a ciertas particularidades. En primer lugar, en adhesión a la pedagogía moderna, se instaló
en el sistema de educación la gradualidad y la sistematicidad diferenciadas en niveles educativos. Sin duda, todos los
esfuerzos estuvieron centrados en la educación primaria la cual, no solo no se encontraba organizada, sino que
cristalizaba en una serie de “intentos no sistematizados, iniciativas variadas tanto desde los gobiernos provinciales,
como de los particulares, individuales y asociaciones, cuyos objetivos confluían en la intención de incorporar los
sectores populares a las nuevas condiciones y proyectos políticos y económicos en gestión” (Lionetti, 2005, p.1). Fue
entonces, el nivel primario de instrucción (atento a niños y niñas de 6 a 13 años aproximadamente) el que se presentaba
como el lugar propicio para dar curso a dos promesas concretas: por un lado, la universalización de los saberes y por
el otro un alcance masivo y popular para toda la ciudadanía argentina. Se consideraba pues, que con la escolarización
primaria masiva se aseguraría que los futuros ciudadanos incorporarían conductas, maneras de pensar y de ser
determinados por la razón.
al hijo del primer magistrado de la República sentado al lado del más humilde artesano; [...] hijos de
médicos, abogados, comerciantes acaudalados, fraternizando con los del carpintero, del albañil, del
sirviente. Así [...] se mata el germen latente entre la miseria y la opulencia; se previenen las crisis sociales;
se establece la verdadera democracia basada en el amor recíproco, sea cual fuere la posición del individuo
(El Monitor, año I, 1881, núm. 34).
La uniformidad y centralización deseada por la elite gobernante tomó impulso en las últimas décadas del siglo XIX
período en el que los datos estadísticos arrojaban altos índices de analfabetismo. En un acto de presunción, el gobierno
central dictó una serie de acciones destinadas a tal fin, entre ellas encontramos la creación de la Escuela Normal de
Paraná (1870), institución de prestigio predestinada a la formación de un “ejército de maestros” que estén a la altura
de la situación; la creación del Consejo Nacional de Educación (1881), el desarrollo del Primer Congreso Pedagógico
Panamericano (1882) el cual sentó las bases educativas que
a posteriori
se verían reflejadas en la letra moderna y
secularizadora de la ley de Educación Común N°1420 (1884):